Había quedado con Ánia cómo cada viernes para ir a su casa a jugar a la consola. Teníamos un pique increíble con el "Súper Mario Bros". Aunque lo de la consola era lo de menos, en realidad iba para pasar un rato con ella, tenerla cerca, y sentir el aroma de su pelo que se agitaba con cada empujón. Lo mío ya no tenía remedio, estaba completamente enamorado.