El tiempo es el ladrón de la memoria

viernes, 12 de agosto de 2011

Algo para colorear, capítulo 1


             -Si no fuera por ella, no conocería lo que significa amar a alguien… Si no fuera por ella… Ahora al borde de la muerte diría: mi vida ha sido un desperdicio, no he sido nadie y no he hecho nada. Pero tengo la suerte de haberla conocido. Estábamos acostadas en la cama de una habitación de hostal, por la ventana se veía grande la ciudad de Madrid y las sabanas moradas cubrían su cuerpecito desnudo. Su pelo castaño caía fino y corto por delante de su cara y yo no dejaba de mirarla, acostada junto a ella… le aparté el pelo de la cara y fui haciendo un camino de besos desde la mejilla hasta llegar a los labios y cerré los ojos. Cuando los abrí me encontré con su mirada azul, húmeda y turbia que me miraba desolada, desvalida… Comencé a levantarme de la cama y cuando me senté en el borde noté como Hannon me cogía la mano; la miré y con esa mirada acabó soltando mi mano sin ni siquiera protestar. Me levanté me puse unos pantalones vaqueros y salí por la puerta, mientras escuchaba su sollozo, ese llanto en el que solo se escuchaba como repetía mi nombre una y otra vez, solo decía Drea, una y otra y otra vez… el hecho de haber nacido en este mundo no significa que pertenezcamos a él. El hecho de morir más tarde no quiere decir que vivas más. Nacemos para servir y servimos para vivir, cada ente que va al contrario de esta cadena acaba bajo tierra o dentro de un bonito jarrón… ¿de que me sirve hablar de la vida si es un estado temporal? No es más que un camino paso a paso, acercándote a una muerte segura. Ya que la vida no es más que el sendero que seguimos hacia la muerte. Si hubiera sido más valiente habría muerto a su lado, pero conocía a Hannon y sabría que mi enfermedad acabaría contagiándose a su alma. No era capaz de condenarla al camino mortal sin que fuera necesario. Dicen que quien bien te quiere te hará llorar. Jamás me perdonaría el haberla abandonado pero era mucho peor hacerla pasar por lo que iba a pasar. Me iba, no sé dónde. Me iba para morirme, para morirme sola. Para acabar como he vivido toda la vida hasta conocerla. Ya no me acordaba de cómo era esa sensación. ¿Era egoísta irse sin más? No lo sé, jamás he entendido este tipo de cosas, pero yo hice lo que creía, ¿hacía frío o me lo parecía a mí? Ya estaba lejos de casa y el frío azotaba mi cuerpo en aquella madrugada de Agosto. De repente un fuerte dolor en el pecho, me senté en un banco con fuerzas que no sé de dónde las saqué y me ahogaba. Empecé a toser y me dolía la garganta y cuando me tapé la boca vi que tenía la mano manchada en sangre… ¿ya me llegó la hora? Con dolor en el pecho me dejé caer suavemente en el banco en medio de las afueras de Madrid y cerré los ojos la última imagen que me pasó por la cabeza fueron sus ojos tan azules como el cielo despejado.

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